viernes, 25 de octubre de 2013

Obras de teatro para leer donde te encuentres

Libros Drama, es una editorial independiente que recrea obras de teatro nacional de reciente estreno. Autor y director formado en dramaturgia, Ariel Farace creó el proyecto con la intención de refutar a aquellas personas que consideran que leer dramaturgia es engorroso. La editorial lleva editados once títulos, de entre los cuales  varios llegaron a la tercera edición. Según Farace, la elección de los títulos se vincula con el compromiso del autor quien crea un lenguaje diferente. Ediciones caseras y artesanales, con tiradas reducidas de 150 ejemplares y a un precio módico, las obras se pueden conseguir en varias salas independientes de Capital Federal.

Nota en Adn Cultura - La Nación
Web Libros Drama

jueves, 24 de octubre de 2013

Makura no Soshi/ El Libro de la almohada

El libro de la almohada  es el diario más famoso de la literatura japonesa, fue escrito por Sei Shonagon hacia el año 1000 durante el período Heian. La autora relata, con aguda observación, sensibilidad descriptiva y mucha inteligencia, aspectos de la vida cotidiana, descripciones de la vida de la corte, reflexiones y aforismos, que escribía cada día al terminar la jornada, antes de dormir. Entre los trescientos capítulos breves que componen el diario se encuentran anotaciones sobre temas como la naturaleza, las estaciones, la belleza y el tiempo.  Su nombre deviene del lugar en el que se guardaba, en la cabecera de la cama, debajo de la almohada.
Sei Shonagon logró convertirse en dama de compañía de la emperatriz consorte Fujiwara no Sadako, gracias al cargo que tenía su padre, el poeta Kiyohara no Motosuke. Permaneció en la corte luego de la muerte de la emperatriz entre siete y diez años más, para posteriormente convertirse en religiosa budista. Su vida fue poco conocida. Hasta su muerte vivió como errante cerca de la isla de Shikoku, Japón, manteniéndose gracias a las limosnas. Aunque su obra más importante fue Makura no Soshi, también compuso una colección de poemas llamado Sei Shanogan-shu.











The Beauty of the Seasons
In spring it is the dawn that is most beautiful. As the light creeps over the hills, their outlines are dyed a faint red and wisps of purplish cloud trail over them.
In summer the nights. Not only when the moon shines, but on dark nights too, as the fireflies flit to and fro, and even when it rains, how beautiful it is!
In autumn the evenings, when the glittering sun sinks close to the edge of the hills and the crows fly back to their nests in threes and fours and twos; more charming still is a file of wild geese, like specks in the distant sky. When the sun has set, one’s heart is moved by the sound of the wind and the hum of the insects.
In winter the early mornings. It is beautiful indeed when snow has fallen during the night, but splendid too when the ground is white with frost; or even when there is no snow or frost, but it is simply very cold and the attendants hurry from room to room stirring up the fires and bringing charcoal, how well this fits the season’s mood! But as noon approaches and the cold wears off, no one bothers to keep the braziers alight, and soon nothing remains but piles of white ashes.
Rains and Ponds
During the long rains in the Fifth Month, there is something very moving about a place with a pond. Between the dense irises, water-oats, and other plants one can see the green of the water; and the entire garden seems to be the same green colour. One stays there all day long, gazing in contemplation at the clouded sky—oh, how moving it is!
I am always moved and delighted by places that have ponds—not only in the winter (when I love waking up to find that the water has frozen over) but at every time of the year. The ponds I like best are not those in which everything is carefully laid out; I much prefer one that has been left to itself so that it is wild and covered with weeds. At night in the green spaces of water one can see nothing but the pale glow of the moonlight. At any time and in any place I find moonlight very moving.
Snow
It is delightful when there has been a thin fall of snow; or again when it has piled up very high and in the evening we sit round a brazier at the edge of the veranda with a few congenial friends, chatting till darkness falls. There is no need for the lamp, since the snow itself reflects a clear light. Raking the ashes in the brazier with a pair of fire-tongs, we discuss all sorts of moving and amusing things.
Winds
A stormy wind. At dawn, when one is lying in bed with the lattices and panelled doors wide open, the wind suddenly blows into the room and stings one’s face—most delightful.
A cold wintry wind.
In the Third Month the moist, gentle wind that blows in the evenings moves me greatly.
Also moving is the cool, rainy wind in the Eighth and Ninth Months. Streaks of rain are blown violently from the side, and I enjoy watching people cover their stiff robes of unlined silk with the padded coats that they put away after the summer rains.
Towards the end of the Ninth Month and the beginning of the Tenth the sky is clouded over, there is a strong wind, and the yellow leaves fall gently to the ground, especially from the cherry trees and the elms. All this produces a most pleasant sense of melancholy. In the Tenth Month I love gardens that are full of trees.

Morris, Ivan (traductor) The Pillow Book of Sei Shonagon. London: Penguin Book, 1971


miércoles, 23 de octubre de 2013

Los manuscritos iluminados

Los manuscritos iluminados también llamados ilustrados, eran manuscritos decorados con letras capitales, con bordes y miniaturas en sus páginas realizadas con oro y plata. Los más antiguos que subsisten pertenecen al período que va del año 400 al 600 d. C. realizados en Italia, España e Irlanda, mayormente. 
Libro de los muertos, el juicio de Osiris,
representado en el papiro de Hunefer (1275 a. C.)
La ilustración de los manuscritos se inició en el Antiguo Egipto hacia el 2000 a. C. con el Libro de los muertos, realizado por encargo de los faraones, nobles o sacerdotes en él se hallaban  las oraciones e instrucciones sobre lo que debían hacer los difuntos una vez alejados de la vida terrenal. Se representaban los momentos más importantes del ritual de entierro, embalsamiento, pasaje simbólico del alma y presentación ante Osiris.
La importancia de los manuscritos no solo radica en su valor artístico e histórico sino también porque permitían mantener el complicado alfabetismo medieval. Muchos de ellos fueron creados a la manera de códices, otros fueron enrollados y otros no tuvieron más que el tratamiento para convertirlos en pliegos. Los de mayor importancia tenían la mejor calidad en el soporte, fabricados con papel vitela, caracterizado por su delgadez, su lisura y durabilidad, eran hechos con piel de becerro (o de otros de animales recién nacidos o no nacidos, llamados papel vitela uterino) debía ser mojada, someterse a un proceso con cal y ser esquilada, luego secada a temperatura ambiente bajo tensión.

Papel vitela (año 1638)
A principio de la Baja Edad Media (Siglo XI-XV) los manuscritos comenzaron a ser elaborados en papel, con decoraciones en el margen y dejando espacio para realizar miniaturas, pero la introducción a la imprenta contribuyó a que la ilustración de los manuscritos se viera afectada y aunque continuaron elaborándose a principios del siglo XVI, las cantidades fueron más escasas, solo se hacían para los adinerados.
En cuanto a la elaboración, luego de determinar la configuración de la página, indicando el lugar para la letra capital, los bordes, miniaturas y demás ornamentos que se pudieran agregar, la pagina era marcada con una varilla puntiaguda para que posteriormente el copista se encargara de la escritura del texto, que era lo primero que se colocaba, y luego los iluminadores o ilustradores pudieran realzar el manuscrito con los detalles que el autor considerara apropiado. Cada uno de ellos era único puesto que se realizaban por encargo.

Libro de Horas de Enrique VIII (izq)
La sagrada familia, Libro de Horas de Catalina de Cleves Siglo XV (der)

Très Riches Heures du Duc the Berry
Los Libros de Horas también llamados Livre d´heures eran los más comunes de la Edad Media. Estos manuscritos ilustrados contenían plegarias apropiadas para los diferentes momentos del día litúrgico, a modo de una biblia de altar. 
El texto estaba agrupado por cada hora litúrgica, de ahí el nombre que recibieron. Con el tiempo se fueron enriqueciendo con elementos útiles como los calendarios religiosos o seculares.  Los textos se centraban en la recitación y el canto de un número determinado de salmos: Las horas Marianas (Oficios de veneración a la Virgen María) incluye los quince salmos de Grados; El Oficio de los muertos, incluye los siete salmos penitenciales y la Letania de los santos. Eran leídos en varias horas del día denominadas: laudes (aurora), prima (siete de la mañana), prima (tres de la tarde), víspera (anochecer) y noche (completa).
Uno de los libros de horas medievales más famoso y con más ilustraciones es el Très Riches Heures du Duc the Berry, iluminado entre los años 1412 y 1416 por los hermanos Van Limburg en Francia.