Mucho movimiento, libros por todos lados, gente recorriendo los pasillos en busca de algo atractivo, algo que les llame la atención, tal vez algo que necesitan o por qué no, algo que los enamore.
La esquina de
Avenida Cabildo y Juramento se llena de gente. La librería El Ateneo es un icono, es un punto de encuentro, un lugar de paso, pero también un lugar de lectura.
Dos pisos
repletos de libros esperan con ansias a los visitantes. Ellos entran observando
todo, no les alcanza un primer vistazo para contemplar tanta diversidad.
En planta baja no
solo se quedan los que buscan alguna novela,
un clásico, algo de música sino los que solo ingresan para hacer una
compra rápida y seguir su camino. Otros se detienen a observar en detalle,
agarran los libros, leen las contratapas y alejan sus dudas preguntando a las
personas que atienden la librería. Algunos se quedan un rato con el libro en la
mano leyendo algunas páginas, hasta que decididos enfilan hacia la caja, otros,
en cambio, vuelven a colocar el libro en su lugar y siguen recorriendo. Los
menos miran su reloj, dan unas vueltas como si estuviesen caminando por la
calle y salen para no volver a entrar.
Una escalera
mecánica une las dos plantas, mientras uno va subiendo el bullicio de la calle se va alejando y
entra como a una especie de “otro mundo”. Se oye música variada de fondo, la
gente se sienta a leer en un rincón preparado para tal ocasión con unos cómodos
sillones que se mantienen ocupados la mayor parte del tiempo.
Algunos lectores
prefieren degustar alguna bebida o algo para comer en la cafetería que se
encuentra en el primer piso, que tiene vista a la calle. La mayoría ya reconoce
el lugar, sabe en dónde están los libros de su interés, las sillas puestas a
disposición cerca de las bibliotecas y hasta se mueven con soltura cuando dejan
sus pertenencias un segundo para ir a los sanitarios.
En la esquina
opuesta a la cafetería se encuentra un sector para chicos, Ateneo Junior. Un
lugar a disposición de los más chiquitos con una mesa ratona en el medio
repleta de libros de todos los tamaños, colores y formas. Los chicos al
terminar de subir la escalera mecánica se dirigen, hasta incluso sin la
compañía de los padres, al sector infantil. Decididos hurgan entre toda la pila
de libros, los abren, miran con detenimiento los que son pop-up, dejan unos a
un lado y siguen buscando.
Para sorpresa de
algunos, los chicos también conocen con exactitud todo el lugar. Cuando por fin
encuentran el libro que más les gusta van hacia una de las computadoras y pasando el código de barras sobre un
lector, éste les indica en la pantalla el precio del ejemplar. Disfrutan de ese
momento rodeados de libros, de una infinita cantidad de cuentos.
La música sigue
sonando y esta vez se mezcla con el sonido de una película que se proyecta en
una pantalla. Cada detalle hace que las personas tengan sus cinco sentidos
despiertos, es una invitación al disfrute y ellos lo aprovechan.